Maria Carmen Lacaba Andía e 13 compagne

Maria Carmen Lacaba Andía e 13 compagne

(†1936)

Beatificazione:

- 22 giugno 2019

- Papa  Francesco

Ricorrenza:

- 6 novembre

Religiose professe dell’Ordine Francescano dell’Immacolata Concezione e martiri, uccise in odio alla Fede nel 1936 durante la guerra civile di Spagna

  • Biografia
  • DECRETO SUL MARTIRIO
  • omelia di beatificazione
"Queste monache di clausura, come le Vergini prudenti, attesero con fede eroica l’arrivo dello Sposo divino" (Papa Francesco)

 

Delle 14 nuove Beate, la figura più nota è quella di Madre María Carmen Lacaba Andía, la superiora del monastero di Madrid. Isabel, questo il suo nome laico, era originaria di Borja, cittadina nei pressi di Saragozza in Spagna, dove nacque il 3 novembre 1882., abile musicista, sentì presto il Signore che la chiamava a sé.

La scelta delle Concezioniste sembrò la più naturale, visto che sua madre lavorava presso il loro convento, così a 18 anni si aprirà per lei la porta della clausura. Per molti anni maestra delle novizie, queste la ricordano per la sua amorevolezza, il suo essere dolce e affabile ma insieme severa e incrollabile nella fede.

I tratti salienti della sua personalità erano la capacità di perdonare e i momenti in cui si raccoglieva nel silenzio della preghiera, come testimonia ancora il porporato: “Il silenzio è condizione essenziale della preghiera; Gesù stesso ci invita a non dire tante parole, ma a mostrare fiducia in lui – ha concluso – ma la preghiera è soprattutto lasciar parlare Dio attraverso di noi; è nel silenzio che Lui si fa sentire”.

Quando la situazione in Spagna precipita, alle suore viene consigliato dai superiori di andarsene, di lasciare conventi e monasteri e rifugiarsi in appartamenti per dare meno nell’occhio. Ma ci sono le consorelle anziane, ci sono le consorelle ammalate. Non possono andare via tutte e così molte restano, soprattutto le responsabili, madri fino alla fine.

Il 22 agosto 1936 vengono prelevate dal monastero di El Pardo, a Madrid, la badessa, Madre Inés de San José, e Suor María del Carmen de la Purísima Concepción. Entrambe versarono il loro sangue “in odio alla fede”. Neppure un mese dopo, il 17 settembre, dal monastero di Escalona, vicino Toledo, spariscono la superiora, Madre María de San José e Suor María de la Asunción. Nessuno saprà più nulla di loro. L’8 novembre dello stesso anno andranno incontro al martirio altre 10 suore, sempre della stessa Congregazione, le Concezioniste francescane, ma del monastero di Madrid. Sostenute fino alla fine nel coraggio e nella fede dalla superiora, Madre María Carmen Lacaba Andía, vengono fucilate Suor María del Pilar de los Desamparados, Suor María de la Asunción, Suor María del Santísimo Sacramento, Suor María Balbina de San José, Suor María Guadalupe de la Ascensión, Suor María del Pilar, Suor María de Jesús, Suor María Juana de San Miguel, Suor María Beatriz de Santa Teresa. 

Sembra un bollettino di guerra e lo è. Anzi, è di più: un vero e proprio “piano di scristianizzazione totale della Spagna”, come lo ha definito il card. Angelo Becciu. 

Una testimone racconta che Madre Carmen e le altre 9 religiose del suo convento vennero portate fuori e trucidate una ad una, tenendo per ultima lei, la superiora che non smetteva di consolare le altre e di ricordare loro che stavano solo andando incontro allo sposo celeste. È questo il senso del martirio cristiano: un secondo battesimo capace di cancellare con il sangue tutti i peccati, consentendo al martire una morte da innocente, degna di chi perdona e ama i propri persecutori.  

 

CONGREGATIO DE CAUSIS SANCTORUM

 

MATRITENSIS

Beatificationis seu Declarationis Martyrii

Servarum Dei

Mariae Carmelitidis Lacaba Andía

(in saeculo: Isabellae)

et XIII Sociarum

Religiosarum Conceptionistarum

(+ 1936)

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DECRETUM SUPER MARTYRIO

 

    «Jesús recuerda cuánta gente es perseguida y ha sido perseguida sencillamente por haber luchado por la justicia, por haber vivido sus compromisos con Dios y con los demás» (Francisco, Exhortatio Apostolica Gaudete et Exsultate, 90).

 

    Esta idea del Papa Francisco puede iluminar la vida y la muerte de las Siervas de Dios María del Carmen Lacaba Andía y de sus Compañeras, Religiosas Concepcionistas de la Federación de Santa Beatriz de Silva. Todas ellas, abriéndose a la acción de la gracia, supieron leer con profunda mirada de fe la voluntad de Dios, que les indicaba un nuevo horizonte del anuncio evangélico, esto es el supremo testimonio de la vida. En el contexto particularmente dramático de la persecución anticristiana y de la guerra civil española (1936-1939), ellas dieron un admirable ejemplo de fe madura y de total disponibilidad al servicio del prójimo, sostenidas por un profundo espíritu de oración y de una granítica esperanza frente a la muerte.

    El curso de su existencia se había distinguido por una asidua búsqueda de la voluntad de Dios y por un heroico ejercicio de las virtudes. En la oración y en el recogimiento habían madurado una profunda comunión con el Señor y un abandono confiado en la Divina Providencia. Completamente olvidades de sí mismas María del Carmen Lacaba Andía y sus Compañeras con la más absoluta sencillez todo lo habían orientado a la mayor gloria de Dios y a la salvación del prójimo. La caridad, por ello, brotaba límpida de su corazón y se derramaba, con humildad y dulzura, hacia todos con los que se encontraban. Su perfil se delinea límpidamente en la óptica de aquel “genio feminista” protagonista también en el campo social, proclamado por el Santo Padre Juan Pablo II, que el martirio ha coronado de nueva gloria.

 

    1. La Sierva de Dios María del Carmen Lacaba Andía, en el siglo Isabel, nació en Borja (Zaragoza) el 15 de enero de 1882, siendo sus padres Juan Lacaba Arilla y María Andía Ceric. Fue bautizada el 16 de enero de 1882 y confirmada el 15 de abril de 1890. Era la cuarta de los seis hijos que tuvo el matrimonio. Sus padres eran modestos trabajadores capaces de crear en la familia un clima verdaderamente cristiano. Al padre le gustaba leer y comentar, el día anterior a los domingos y a las fiestas, las lecturas de la Celebración Eucarística, a la mujer y a los hijos. En casa, la joven Isabel, cuidaba de los hermanos más pequeños, le gustaba estudiar y, contemporáneamente, se dedicaba también al estudio de la música, actividad que perfeccionaría después en el Monasterio. Trabajó como sirvienta en un chalet, no sólo ayudando a sus dueños, sino también trabajando por su interés, siendo puntual y demostrando una gran capacidad de trabajo. Con 18 años le manifestó a su madre su deseo de consagrarse al Señor. La madre, que había trabajado en el Monasterio de las Concepcionistas de Borja, la puso en contacto con ellas. Sin embargo a los 19 años, Isabel prefirió entrar en el Monasterio de la calle Sagasti de Madrid, el 3 de noviembre de 1902. Acogida por la Comunidad, el 12 de febrero de 1903 vistió el hábito recibiendo el nombre de Sor María del Carmen Lacaba, iniciando así el año de noviciado y el 9 de marzo de 1904 hizo la profesión de votos simples y el 10 de marzo de 1907 la de votos solemnes en manos de la Abadesa Petra de San José. Con cuarenta años fue nombrada Maestra de Novicias y en el capítulo de 1935 fue elegida Abadesa por unanimidad. Sufrió el martirio el 8 de noviembre de 1936.

 

Junto a ella encontraron la muerte las compañeras del Monasterio de Madrid:

 

    2. Sor María del Pilar de los Desamparados (en el siglo: Petra Manuela Pairós Benítez). Nació en Pamplona el día 29 de abril de 1863, hizo sus votos solemnes el 29 de noviembre de 1888 y fue inmolada “in odium fidei” el día 7 de noviembre de 1936.

    3. Sor María de la Asunción (en el siglo: Eustaquia Monedero de la Calle). Nació el 20 de septiembre de 1884 en Anaya (Segovia), hizo su profesión solemne en el mes de septiembre de 1893, y fue sacrificada el día 7 de noviembre de 1936.

    4. Sor María del Santísimo Sacramento (en el siglo: Manuela Prensa Cano). Nació en El Toboso (Toledo) el día 25 de abril de 1887, hizo sus votos solemnes en diciembre de 1909 y fue inmolada el día 7 de noviembre de 1936.

    5. Sor María Balbina de San José (en el siglo: Manuela Balbina Rodríguez Higuera). Nació en Madrid el día 10 de marzo de 1886, hizo su profesión solemne el 12 de enero de 1924 y fue sacrificada el día 7 de noviembre de 1936.

    6. Sor María Guadalupe de la Ascensión (en el siglo: Mª de las Nieves Rodríguez Higuera). Hermana de Sor María Balbina, nació en Madrid el día 5 de agosto de 1892, emitió sus votos perpetuos el 7 de noviembre de 1932 y fue inmolada el 7 de noviembre de 1936.

    7. Sor María del Pilar (en el siglo: Clotilde Campos Urdiales. Nació en Valdealcón (León) el día 6 de julio de 1897, hizo su profesión solemne el 2 de mayo de 1928 y fue inmolada el 7 de noviembre de 1936.

    8. Sor María de Jesús (en el siglo: Basilia Díez Recio). Nació en Moradilla del Castillo (Burgos) el 14 de julio de 1889, hizo su profesión solemne el día 15 de julio de 1925 y fue sacrificada el día 7 de noviembre de 1936.

    9. Sor María Juana de San Miguel (en el siglo: Juana Josefa Ochotore Aniz. Nació en Arraiza (Navarra) el 27 de diciembre de 1860, emitió sus votos solemnes el 27 de enero de 1893 y fue inmolada el 7 de noviembre de 1936.

    10. Sor María Beatriz de Santa Teresa (en el siglo: Narcisa García Villa). Nació en Nava de los Caballeros (León) el 18 de marzo de 1908, hizo su profesión solemne el 19 de marzo de 1929 y fue sacrificada el 7 de noviembre de 1936.

 

Las Concepcionistas del Monasterio de El Pardo que derramaron su sangre:

 

    11. Madre Inés de San José (en el siglo: Inés Rodríguez Fernández). Abadesa. Nació en Avedillo (Zamora) el 2 de noviembre de 1889, hizo sus votos solemnes el 17 de abril de 1910 y fue sacrificada el día 22 de agosto de 1936.

    12. Sor María del Carmen de la Purísima Concepción (en el siglo: María del Carmen Rodríguez Fernández). Hermana de M. Inés de San José, nació en Avedillo (Zamora) el día 28 de octubre de 1895, emitió sus votos solemnes el 28 de enero de 1919 y fue inmolada el 22 de agosto de 1936.

 

Las Concepcionistas del Monasterio de Escalona que derramaron su sangre:

 

    13. Madre María de San José (en el siglo: Josefa Itoiz). Abadesa. Nació en Pamplona, el 3 de marzo de 1871. Emitió sus votos perpetuos en 1897. Trasladada por los milicianos a la Dirección General de Seguridad de Madrid, el día 17 de septiembre de 1936 desapareció sin dejar rastro.

    14. Sor María de la Asunción (en el siglo: Asunción Pascual Nieto). Nació en Villorobe (Burgos) el 14 de agosto de 1887 y tomó el hábito concepcionista el 31 de octubre de 1909. Desapareció también de la Dirección General de Seguridad de Madrid, sin dejar huella alguna el 17 de septiembre de 1936.

    La fama del martirio de las Siervas de Dios se difundió en la comunidad eclesial, por lo que del 1 de julio de 2008 al 15 de marzo de 2010 se celebró en la Curia eclesiástica de Madrid el Proceso diocesano, cuya validez jurídica fue reconocida por esta Congregación con decreto del 12 de febrero de 2012. Preparada la Positio, tuvo lugar la Sesión de la Comisión Histórica el 10 de junio de 2008. Por consiguiente se discutió, según el uso habitual, si las muertes de las Siervas de Dios fue un verdadero martirio. El 11 de mayo de 2009 se celebró el Congreso Peculiar de los Consultores Teólogos que expresó su parecer favorables. Los Padres Cardenales y Obispos en la Sesión Ordinaria del 8 de enero de 2019, presidida por mi Card. Angelo Becciu, han reconocido que las susodichas Siervas de Dios fueron asesinadas por su fidelidad a Cristo y a la Iglesia.

     De hisce omnibus rebus, referente subscripto Cardinale Praefecto, certior factus, Summus Pontifex Franciscus, vota Congregationis de Causis Sanctorum excipiens rataque habens, hodierno die declaravit: Constare de martyrio eiusque causa Servarum Dei Mariae Carmelitidis Lacaba Andía (in saeculo: Isabellae) et XIII Sociarum, Religiosarum Conceptionistarum, in casu et ad effectum de quo agitur.

 

     Hoc autem decretum publici iuris fieri et in acta Congregationis de Causis Sanctorum Summus Pontifex referri mandavit.

 

     Datum Romae, die 15 ianuarii 2019

 

ANGELUS Card. BECCIU

Praefectus

 

                                            + MARCELLUS BARTOLUCCI

                                            Archiep. tit. Mevaniensis

                                        a Secretis

Messa di Beatificazione di María Carmen Lacaba Andía e 13 Compagne martiri

Omelia del Card. Giovanni Angelo Becciu

(22 giugno 2019,  Cattedrale di Santa María la Real de la Almudena, Madrid, Spagna)

 

 

«Mi compiaccio negli oltraggi, nelle difficoltà, nelle persecuzioni, nelle angosce sofferte per Cristo: infatti quando sono debole, è allora che sono forte» (2 Cor 12,10).

Cari fratelli e sorelle,

queste parole di san Paolo, proclamate nella prima lettura, oggi le possiamo applicare alle 14 monache dell’Ordine Francescano dell’Immacolata Concezione (Concezioniste), uccise durante la persecuzione religiosa che pretendeva di eliminare la Chiesa in Spagna. Esse sono rimaste forti nella fede: non si sono spaventate davanti agli oltraggi, alle angosce e alle persecuzioni. Sono state pronte a suggellare con la vita la Verità che professavano con le labbra, associando al martirio di Gesù il loro martirio di fede, di speranza e di carità.

La Beata María del Carmen (al secolo Isabel Lacaba Andía) e le tredici Compagne, erano monache della medesima famiglia monastica, ma di tre diversi monasteri: Monastero di Madrid, Monastero di El Pardo, Monastero di Escalona. Tutte, perseverando nella loro consacrazione a Dio, hanno dato la loro vita per la fede e come prova suprema di amore. Fu proprio l’avversione a Dio e alla fede cristiana che ne determinò il martirio. Subirono infatti la persecuzione e la morte a causa del loro stato di vita religiosa e della totale adesione a Cristo e alla Chiesa. I loro carnefici erano miliziani che, guidati dall’odio verso la Chiesa cattolica, furono protagonisti di una persecuzione religiosa generale e sistematica contro le persone più rappresentative della Comunità cattolica. Le nuove Beate avevano certamente ben presente l’esortazione del divino Maestro: «Cercate … anzitutto il regno di Dio e la sua giustizia» (Mt 6,33). Esse sono esempio e stimolo per tutti, ma particolarmente per le Monache Concezioniste, e anche per tutte quelle consacrate che dedicano totalmente la loro vita alla preghiera e alla contemplazione. In questa preziosa missione orante, le religiose di clausura sono chiamate a “gustare e vedere quanto è buono il Signore”, per testimoniare a tutti quanto sia avvolgente l’Amore di Dio.

«Per tre volte ho pregato il Signore … Ed egli mi ha detto: “Ti basta la mia grazia”» (2 Cor 12, 8-9). Queste parole di San Paolo, che abbiamo appena ascoltato, sembrano ispirare i messaggi lasciati da queste 14 martiri. In luoghi e tempi diversi, esse affrontarono con generosità e coraggio la loro offerta di sacrificio al Signore. L’integrità spirituale e morale di queste donne è giunta sino a noi attraverso testimoni diretti e indiretti e anche attraverso documenti. Ci colpiscono profondamente le testimonianze riferite sul loro martirio. Nell’assalto al monastero di Madrid gli assalitori gridavano: “Mueran las monjas!”; e queste moriranno esclamando: “Viva Cristo Rey!”. Nel caso delle religiose di El Pardo, i carnefici, quando scoprirono le monache presso le persone che le avevano accolte a seguito dell’assalto del monastero, rivolsero loro la domanda: “¿Vosotras sois monjas?”; le monache risposero: “Sí, por la gracia de Dios”; [1] ciò equivalse per loro ad una sentenza di morte che i miliziani eseguirono senz’altra motivazione. Da parte loro, le monache di Escalona, allontanate dalla loro Comunità, furono espulse dal Comune ad opera dei miliziani locali e inviate alla Direzione Generale della Sicurezza a Madrid, per costringerle ad abbandonare la fede e passare all’apostasia. Per forzare le monache più giovani a tale gesto, le due monache più anziane furono separate dal gruppo e portate in un vicolo cieco, dove furono torturate e infine fucilate.

Tutte le testimonianze che abbiamo ricevuto ci permettono di affermare che queste Monache Concezioniste morirono perché erano discepole di Cristo, perché non volevano rinnegare la propria fede e i propri voti religiosi. Quando all’inizio della guerra, nella zona repubblicana le Comunità si trasferirono presso le abitazioni di parenti o amici, esse si adeguarono senza mai lamentarsi, dando esempio di eroismo. Mai ebbero atteggiamenti di animosità verso coloro che erano la causa delle loro sofferenze, ma rispondevano con carità. Si avviarono al sacrificio glorificando Dio e perdonando i loro carnefici, sull’esempio di Cristo che sulla croce disse: «Padre, perdona loro perché non sanno quello che fanno» (Lc 23, 34).

La testimonianza di queste Beate costituisce un esempio vivo e vicino per tutti. La loro morte eroica è un segno eloquente di come la vitalità della Chiesa non dipende da progetti o umani calcoli, ma scaturisce dalla totale adesione a Cristo e al suo messaggio di salvezza. Di ciò erano ben consapevoli queste nostre monache, che trassero forza non in una smania di personale protagonismo, bensì nell’amore senza riserve verso Gesù Cristo, anche a costo della vita. La loro esistenza è come un messaggio diretto alle persone consacrate e ai fedeli laici di oggi. Ai consacrati, le nuove Beate dicono di rimanere fedeli alla vocazione e all’appartenenza gioiosa alla Chiesa, servendola attraverso il proprio Istituto, in una intensa vita di comunione fraterna, nella perseveranza e nella testimonianza della propria identità religiosa. Ai fedeli laici, ricordano la necessità di ascoltare e aderire docilmente alla Parola di Dio, che tutti siamo chiamati a vivere e ad annunciare in virtù del Battesimo.

«La forza si manifesta pienamente nella debolezza» (2 Cor 12, 9), ha risposto il Signore all’apostolo Paolo. Oggi rendiamo grazie per questa forza che è diventata anche la forza dei martiri in terra di Spagna. La forza della fede, della speranza e dell’amore, che si è mostrata più forte della violenza. È stata vinta la crudeltà dei plotoni di esecuzione e l’intero sistema dell’odio organizzato. Cristo, che s’è fatto presente accanto ai martiri, è venuto a loro con la forza della sua morte e del suo martirio. Nello stesso tempo, è venuto a loro con la forza della sua risurrezione. Il martirio, infatti, è una particolare rivelazione del mistero pasquale, che continua a operare e si offre agli uomini di tutti i tempi come promessa di vita nuova. Così ha scritto il celebre scrittore romano Tertulliano: “Sanguis martyrum - semen christianorum”; il sangue dei martiri è seme dei cristiani.[2]

Non possiamo dubitare della fecondità di questa semente, anche se sembrano crescere, sotto diverse forme, le forze che cercano di sradicare il “semen christianorum”, cioè i valori cristiani, dalle coscienze e dal tessuto delle nostre società. Di fronte agli atteggiamenti di chiusura verso le persone più bisognose, di fronte all’indifferentismo religioso, al relativismo morale, alla prepotenza dei più forti verso i più deboli, di fronte agli attentati all’unità della famiglia e alla sacralità della vita umana, non possiamo dimenticare la bellezza del Vangelo. La parola di Dio mette sempre nuove radici. Su queste radici noi discepoli del Signore dobbiamo e possiamo crescere! Queste 14 nuove Beate, rimaste perseveranti nella fede anche nel momento dell’oblazione suprema, rappresentano un incoraggiamento a proseguire con gioia e speranza nel testimoniare in ogni ambiente l’amore e la misericordia di Dio, che non ci abbandona mai, soprattutto nell’ora del fallimento e della sconfitta.

Ci affidiamo alla loro intercessione, la cui esistenza è diventata per tutta la Chiesa, specialmente per il popolo di Dio pellegrinante in Spagna, un potente faro di luce, un pressante invito a vivere il Vangelo in modo radicale e con semplicità, offrendo una coraggiosa testimonianza della fede, che supera ogni barriera e apre orizzonti di speranza e di fraternità.

Beata María del Carmen Isabel Lacaba Andía e Compagne martiri, pregate per noi!

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[1] Summarium Documentorum, Doc. 12, 149-158; Doc. 15, 161-195; Doc. 24, 230-241.
[2]
 Apol, So 13 - CCL I,171.