Oración y liturgia en la propuesta de Santificación de las Hermandades

 

Oración y liturgia en la propuesta de Santificación de las Hermandades

II Congreso Internacional de Hermandades y Piedad Popular – Sevilla, 05 Dic 2024

 

Agradezco a vuestro Arzobispo, amigo fraterno y miembro del Dicasterio para las Causas de los Santos, la invitación que me ha hecho y me siento honrado de encontrarme con todos vosotros en este «II Congreso Internacional de Hermandades y Piedad Popular» y hablaros sobre el tema: Oración y liturgia en la propuesta de Santificación de las Hermandades. Además de sentirme honrado, también estoy contento porque esta invitación me retrotrae a cuando, siendo aún un joven sacerdote, fui padre espiritual de una cofradía de mi pueblo que llevaba el nombre de los Santos Cosme y Damián durante más de veinte años.

 

La piedad popular: un sistema inmunitario de la Iglesia

Quisiera comenzar con una cita del Papa Francisco que, dirigiéndose el 29 de noviembre de 2018 a quienes habían participado en el I Congreso Internacional para Rectores y encargados de Santuarios, dijo que 'la piedad popular es el sistema inmunitario de la Iglesia... Cuando la Iglesia comienza a volverse demasiado ideológica, demasiado gnóstica o demasiado pelagiana, la piedad popular la corrige, la defiende'. La imagen es realmente eficaz, porque el sistema inmunológico, aunque no sea tan importante como el sistema nervioso o el cardiovascular, es sin embargo una especie de red de vigilancia que protege al organismo de los agentes patógenos externos e internos. ¿Qué quiso decir el Papa, metáforas aparte? Recordemos que las dos expresiones «gnosticismo» y «pelagianismo» se encuentran en la exhortación apostólica Evangelii gaudium.

Parafraseando ese documento podríamos decir entonces que por gnosticismo se entiende hoy un cristianismo abstracto, hecho sólo de ideas o, en el mejor de los casos, como cultura pero ciertamente no como encuentro con una persona real, con la que vivir: Cristo Jesús. Vista desde esta perspectiva, la piedad popular siempre nos hace encontrarnos con la «carne de Cristo». Pienso, por ejemplo, en los grandes ritos de la Semana Santa, que en tantos lugares marcan el papel de las Cofradías, especialmente aquí en esta tierra. Considerando la piedad popular desde esta perspectiva, el Documento de Aparecida (2014) dice:

«Nuestro pueblo se identifica particularmente con Cristo sufriente, lo mira, lo besa o toca sus pies llagados como diciendo: 'Este es el que me amó y se entregó por mí' (Gal 2,20). Muchas de estas personas son excluidas, ignoradas, empobrecidas, pero no bajan los brazos. Con su religiosidad característica, se aferran al inmenso amor que Dios les tiene y les recuerda constantemente su dignidad. También encuentra la ternura y el amor de Dios en el rostro de María, en quien ven reflejado el mensaje esencial del Evangelio...». (n. 265).

Por pelagianismo entendemos, en cambio, aquella corriente de pensamiento que minimiza el poder de la gracia y sobreestima las capacidades humanas. El 10 de noviembre de 2015, reunido en Florencia con los representantes de la V Convención Nacional de la Iglesia italiana, el Papa Francisco dijo: «El pelagianismo nos lleva a confiar en estructuras, en organizaciones, en planificaciones que son perfectas porque son abstractas. También nos lleva a menudo a asumir un estilo de control, de dureza, de normatividad.... La doctrina cristiana no es un sistema cerrado incapaz de generar preguntas, dudas, interrogantes, sino que está viva, sabe inquietar, sabe animar. Tiene un rostro no rígido, tiene un cuerpo que se mueve y se desarrolla, tiene carne tierna: la doctrina cristiana se llama Jesucristo».

También aquí quisiera añadir una cita del Documento de Aparecida, que se refiere al proceso de secularización que desde hace decenios socava a los cristianos en su fe y en su práctica religiosa. También en este caso, la piedad popular es capaz de inmunizar la fe cristiana. De hecho, resulta ser

una poderosa confesión del Dios vivo que actúa en la historia y un canal de transmisión de la fe. Caminar juntos a los santuarios y participar en otras manifestaciones de piedad popular, incluso llevando a los propios hijos o invitando a otros, es en sí mismo invitar a otros, es en sí mismo un gesto de evangelización por el que el pueblo cristiano se evangeliza a sí mismo y realiza la misión de la Iglesia» (n. 264).

Evidentemente, el discurso sobre la eficacia inmunológica de la piedad popular podría profundizarse. Consideremos, por ejemplo, una de sus potencialidades, a saber, el hecho de que puede ayudar a la Iglesia a defenderse del problema de la insignificancia social. La piedad popular, en efecto, puede ofrecer un amplio abanico de ocasiones, lugares e instrumentos desde los que y con los que la Iglesia puede seguir lanzando su mensaje y anunciar a Jesús con un efecto multiplicador. Pensemos, por ejemplo, en la multiplicidad de celebraciones litúrgicas que, con ocasión de las fiestas patronales y de otras festividades religiosas, cuentan con la participación de una multitud de personas que, por lo general, nunca van a la iglesia y, sin embargo, vuelven al pueblo para la fiesta del santo patrono... En estos casos, la piedad popular puede constituir un verdadero altavoz de evangelización. El Directorio sobre la piedad popular y la liturgia, publicado en 2002 por la entonces Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, señala que

la «fiesta del santo» tiene [...] un gran valor antropológico: es un día de fiesta. Y la fiesta -es bien sabido- responde a una necesidad humana vital, enraizada en la aspiración a la trascendencia. A través de manifestaciones de alegría y júbilo, la fiesta es una afirmación del valor de la vida y de la creación. Como interrupción de la monotonía de la vida cotidiana, de las formas convencionales, de la sumisión a la necesidad de lucro, la fiesta es expresión de libertad intacta, de tensión hacia la felicidad plena, de exaltación de la pura gratuidad. Como testimonio cultural, pone de relieve el genio peculiar de un pueblo, sus valores característicos, las expresiones más genuinas de su folclore. Como momento de socialización, la fiesta es una ocasión para la expansión de las relaciones familiares y la apertura de nuevas relaciones comunitarias» (n. 232).

Me refiero de nuevo a las diversas representaciones de la Pasión, preparadas y vividas durante la Semana Santa: acontecimientos que, incluso en forma de representaciones sagradas, implican a tanta gente. ¿No hay ya ahí lugar para un anuncio, al menos para hacer comprender el acontecimiento, o para que el actor entre en su personaje? Pensemos de nuevo en el piadoso ejercicio del Vía Crucis. El Directorio sobre la piedad popular y la liturgia recuerda que es precisamente allí donde convergen diversas expresiones características de la espiritualidad cristiana.

diversas expresiones características de la espiritualidad cristiana: la concepción de la vida como camino o peregrinación; como paso, a través del misterio de la Cruz, del exilio terreno a la patria celestial; el deseo de conformarse profundamente a la Pasión de Cristo; las exigencias de la sequela Christi, por la que el discípulo debe caminar detrás del Maestro, cargando cada día con su propia cruz (cf. Lc 9, 23) (n. 133).

No cabe duda de que, si se realizan con devoción y dignidad cristiana, los ritos tradicionales pueden convertirse en valiosas catequesis; lo mismo se dirá de las diversas procesiones: la contemplación de las imágenes de la vida del Señor es una predicación del misterio pascual, es decir, de la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo; las procesiones eucarísticas nos retrotraen a la fuente de la vida de la Iglesia; las imágenes de la Virgen nos anuncian la grandeza de la Madre del Señor y el poder de su maternal intercesión; las procesiones con imágenes de santos nos animan a seguir su ejemplo.

A este propósito, quisiera referirme a un documento del Episcopado del Sur de España, publicado el 25 de octubre de 1975, en el que se citan algunos testimonios de valor activo que se encuentran en la religiosidad popular: así, los diversos testimonios de fe en Dios y en su providencia y señorío sobre el universo y la vida humana.[1] Afirma entre otras cosas que

Aunque imperfectos, sirven como signos visibles de la trascendencia religiosa. Tal catolicismo testimonia también la fe en Jesucristo, Hijo de Dios y en la Virgen María, y adquiere así el valor de signo visible de la presencia de Jesús Dios y Hombre entre las multitudes de nuestro tiempo. Por último, están los testimonios de fe en la mediación e intercesión personal de Jesús, su Madre María y sus santos, con valor de signo sensible de fe en la relación religiosa personal entre Dios y el hombre.

El documento añade también que los testimonios populares de fe en la Iglesia «hacen del catolicismo popular un signo visible del carácter eclesial del cristianismo y de la unidad eclesial del pueblo de Dios», y esto sucede, por ejemplo, cuando los fieles se reúnen en masa en los días festivos o en las fiestas solemnes, o en las manifestaciones públicas de devoción a Cristo y a María en sus Misterios, o en Navidad, Cuaresma, Semana Santa y Pascua, que conservan un cierto significado incluso para los no creyentes. Estos son sólo algunos valores a los que se pueden añadir otros, como la fe en la vida eterna.

 

La «piedad popular»: una forma de inculturación de la fe

Quisiera recordar lo que el Directorio sobre la piedad popular y la liturgia escribe sobre la piedad popular, a saber, que sus diversas manifestaciones «se expresan predominantemente no en las formas de la Liturgia sagrada, sino en las formas particulares que derivan del genio de un pueblo o de una etnia y de su cultura» (n. 9). A la luz de esto, será posible notar una diferencia entre las formas de expresión de la piedad popular y las formas de la sagrada liturgia: mientras que estas últimas conciernen a toda la Iglesia, las expresiones de la piedad popular no conciernen a todo el pueblo, ¡sino a un pueblo! La consecuencia es su variedad: una diversidad ligada a la cultura, a la historia, a la vida colectiva, al lenguaje de los símbolos y al cuerpo de una colectividad específica.

El Papa Francisco escribe en Evangelii Gaudium: «Las formas propias de la religiosidad popular son encarnadas, porque brotan de la encarnación de la fe cristiana en una cultura popular. Por eso mismo incluyen una relación personal, no con energías armonizadoras, sino con Dios, con Jesucristo, con María, con un santo. Tienen carne, tienen rostro» (n. 90). También se deduce, como sigue diciendo el Papa, que

en la piedad popular, por ser fruto del Evangelio inculturado, subyace una fuerza activamente evangelizadora que no podemos subestimar: sería como despreciar la obra del Espíritu Santo. Más bien, estamos llamados a alentarla y fortalecerla para profundizar el proceso de inculturación, que es una realidad interminable. Las expresiones de la piedad popular tienen mucho que enseñarnos y, para quienes saben leerlas, constituyen un lugar teológico al que debemos prestar atención, sobre todo cuando pensamos en la nueva evangelización» (Evangelii Gaudium, n. 126).

Esta afirmación puede reflejarse en este otro pasaje de Evangelii Gaudium:

Cuando el Evangelio se ha inculturado en un pueblo, en su proceso de transmisión cultural transmite también la fe de maneras siempre nuevas; de ahí la importancia de la evangelización entendida como inculturación. Cada porción del Pueblo de Dios, al traducir el don de Dios a su propia vida según su propio genio, da testimonio de la fe recibida y la enriquece con expresiones nuevas y elocuentes. Se puede decir que «el pueblo se evangeliza continuamente a sí mismo». Aquí es importante la piedad popular, expresión auténtica de la acción misionera espontánea del Pueblo de Dios. Es una realidad en permanente desarrollo, donde el Espíritu Santo es el protagonista (n. 122).

 

Piedad popular y liturgia

Así como, a propósito de la relación entre religiosidad popular y cultura, es necesario recordar que «el mensaje que anunciamos tiene siempre algo de revestimiento cultural», también es necesario evaluar el riesgo de caer en lo que Francisco llama siempre «una vana sacralización de la propia cultura, con lo que podemos mostrar más fanatismo que auténtico fervor evangelizador» (Evangelii gaudium, n. 117). El antídoto contra este riesgo será, en primer lugar, la conexión de la piedad popular con la vida litúrgica de la Iglesia. De este modo entro más directamente en el tema que se me ha asignado.

Si, en efecto, en toda religión hay expresiones populares, hay que admitir, sin embargo, que en el ámbito cristiano lo que colorea la expresión cultural de la fe impresa en el corazón de los fieles es el misterio de la Encarnación, en el que, como enseñó el Concilio Vaticano II, se participa de forma plena y eminente a través de la Sagrada Liturgia. En efecto, en la Sacrosanctum Concilium, constitución del Concilio Vaticano II sobre la Sagrada Liturgia, leemos que, para realizar su obra de salvación

Cristo está siempre presente en su Iglesia, y de modo especial en las acciones litúrgicas. Está presente en el sacrificio de la Misa, tanto en la persona del ministro, ya que Él mismo, «habiéndose ofrecido una vez en la cruz, se ofrece todavía por el ministerio de los sacerdotes», como especialmente bajo las especies eucarísticas. Está presente por su virtud en los sacramentos, hasta el punto de que cuando uno bautiza es Cristo mismo quien bautiza. Está presente en su palabra, pues es Él quien habla cuando se lee la Sagrada Escritura en la Iglesia. Finalmente, está presente cuando la Iglesia ora y alaba, Él que prometió: «Donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos» (n. 7).

Por tanto, al loable empeño por «inculturar la liturgia» debe corresponder siempre, como elemento equilibrador, el de vincular siempre la piedad popular con la vida litúrgica. No valorar este vínculo es acreditar un culto externo y vacío. En la Iglesia, sin embargo, nunca es lícito promover un «culto externo» que no vaya acompañado al mismo tiempo de disposiciones internas que lo animen.

A este respecto, hay que admitir que el riesgo es hoy más pronunciado que en el pasado. Se piensa en ciertas manifestaciones que tienen efectivamente un origen religioso, pero que hoy, sobre todo en los medios de comunicación, se consideran únicamente desde un punto de vista antropológico y folclorístico. Por eso, la Nota Pastoral de los Obispos españoles de 1985 señalaba a este respecto:

los medios de comunicación contribuyen también, y a veces no poco, a esta creciente desacralización. La retransmisión de procesiones u otras celebraciones católicas se acompaña a veces de comentarios que las despojan de su contenido cristiano o las equiparan a celebraciones paganas. Todo ello tiene un impacto relativizador e incluso devaluador en la presentación de las ceremonias religiosas; bastan unos hábiles toques de edición, en la sucesión o el recuento de las imágenes, para conseguir resultados muy negativos en el tratamiento de los temas religiosos[2].

A este respecto, creo necesario referirme en primer lugar al citado Directorio sobre la piedad popular y la liturgia, que ofrece algunas indicaciones verdaderamente valiosas sobre el tema. Recuerda enseguida, por ejemplo, la importancia de «respetar la diferencia objetiva entre los ejercicios piadosos y las prácticas devocionales con respecto a la liturgia» y, por tanto, de velar por que no se mezclen las fórmulas propias de los ejercicios piadosos y las acciones litúrgicas. Advierte, por tanto, que los actos de piedad y devoción encuentran su lugar fuera de la celebración de la Eucaristía y de los demás Sacramentos. Por otro lado, llama a superar, en su caso, la competencia u oposición con las acciones litúrgicas y establece el principio: «debe salvaguardarse la precedencia que debe darse al domingo, a la solemnidad, a los tiempos y días litúrgicos» (n. 13). Sobre estas premisas, «la prioridad de la celebración del año litúrgico sobre todas las demás expresiones y prácticas de devoción», así como la necesaria relación de la piedad popular con la liturgia, deben considerarse un punto fijo.

Para una aplicación de estos principios, encontraréis una valiosa y reciente guía en la Carta Pastoral María, Estrella de la evangelización, publicada por vuestros Obispos del Sur de España el 14 de junio de 2023, en el 30 aniversario del viaje apostólico de San Juan Pablo II a Sevilla y Huelva. Este documento dedica al tema sus números 24-29. El 25, por ejemplo, precisamente al subrayar la diferencia «objetiva» entre los ejercicios piadosos, las prácticas de piedad popular y la Liturgia, subraya la primacía de la Liturgia que hay que preservar tanto en el pensamiento como en la acción.

No se debe olvidar que, mientras los sacramentos son necesarios para vivir en Cristo, las formas de piedad popular pertenecen al ámbito de lo facultativo. Es por ello imprescindible que se dé preeminencia a la participación en la Misa dominical, al sacramento de la Penitencia, a la oración litúrgica y al año litúrgico sobre cualquier manifestación devocional».

El nº 26 enuncia a continuación un principio general muy útil no sólo para la vida de las Hermandades, sino en general para la vida de nuestras comunidades, y no sólo, por supuesto, en España, sino en Italia y en todas partes. Dicen así:

la «participación consciente, activa y fructuosa» de todos los fieles en la Liturgia, que buscó la reforma litúrgica del Concilio Vaticano II (SC 11), no significa confundir la celebración con otras acciones eclesiales en las que los fieles “hacen más cosas”, como la catequesis, las reuniones de formación o los encuentros para festejar comunitariamente momentos de la vida. La participación litúrgica es verdaderamente activa, fructuosa y consciente cuando «en las celebraciones litúrgicas, cada cual, ministro o simple fiel, al desempeñar su oficio, hace todo y sólo aquello que le corresponde por la naturaleza de la acción y las normas litúrgicas» (SC 28).

¡Cuánta sabiduría hay en esta reflexión!

Inmediatamente después se recuerda otro principio importante, a saber, que las prácticas devocionales no deben alterar las celebraciones litúrgicas: el respeto de las normas litúrgicas es el modo de respetar la necesaria armonía entre liturgia y piedad popular. Además, adaptar las prácticas devocionales a la liturgia exige mantener el ritmo propio del año litúrgico, con sus ritmos anuales y semanales. En el n. 29 leemos: «Para que el Domingo sea de verdad el día dedicado al Señor es imprescindible renovar el encuentro con Cristo vivo en la participación de la Santa Misa, fortaleciendo los vínculos con la Iglesia mediante un descanso digno que cuide la vida familiar y se abra a la solidaridad con el prójimo».

 

La caridad como obra primordial de las Hermandades

En el nº 13 de la Carta Pastoral Las Hermandades y Cofradías escrita en 1988 vuestros Obispos dicen haber constatado con alegría que la práctica de la caridad cristiana es uno de los valores más profundamente vividos en vuestras comunidades. También éste es un dato importante, con el que me gustaría concluir. En efecto, desde una perspectiva histórica, debemos admitir que, al menos hasta cierta época, la Iglesia cumplió su misión caritativa principalmente a través de las Cofradías. En efecto, ¡podemos decir que no hubo pobreza y sufrimiento humanos que no dieran origen a una Cofradía! La caridad se manifiesta especialmente en los momentos difíciles de la vida: enfermedad, pobreza, viudedad, etc. - A través de la obra de las Cofradías, la Iglesia ha mostrado y puede mostrar aún hoy que es la verdadera experta en humanidad, que en su rostro refleja el rostro de Cristo y la caridad del Evangelio.

Numerosas Cofradías tienen, al principio de su historia, fines caritativos dirigidos a necesidades específicas, dedicándose a las diversas obras de misericordia: los «pobres vergonzantes» (es decir, nobles que por avatares -a menudo derivados de cuestiones políticas- se convertían de repente en pobres peregrinos), los presos, los niños abandonados («expuestos»), las niñas para casar, los condenados («compañías de justicia»), los presos por deudas, las viudas, los huérfanos...

El 10 de noviembre de 2007, el Papa Benedicto XVI pronunció un discurso ante las Cofradías italianas en el que subrayó precisamente la importancia de esta dimensión de la vida cristiana. Recordó que las Cofradías comenzaron a surgir durante la Edad Media, cuando todavía no existían formas estructuradas de asistencia pública que garantizaran la atención social y sanitaria a los sectores más débiles de la comunidad. Hoy ciertamente la prosperidad económica ha crecido en muchas partes, pero incluso allí donde lo ha hecho, sigue habiendo, como en el pasado, muchas zonas de pobreza, y todavía queda mucho por hacer en el campo de la solidaridad. Ahora bien, las Cofradías no son ciertamente sociedades de socorros mutuos y simples asociaciones filantrópicas,

sino un conjunto de hermanos que, queriendo vivir el Evangelio con la certeza de ser parte viva de la Iglesia, se proponen poner en práctica el mandamiento del amor, que impulsa a abrir el corazón a los demás, de modo especial a quienes se encuentran en dificultades. El amor evangélico, amor a Dios y amor a los hermanos, es el signo distintivo y el programa de vida de todo discípulo de Cristo, así como de toda comunidad eclesial. Es evidente que en la sagrada Escritura el amor a Dios está íntimamente unido al amor al prójimo.

Esto también nos lo recuerda constantemente el Papa Francisco, para quien la misericordia es el eje principal que sostiene la vida y la misión de la Iglesia. Nos dice:

Jesús quiere que toquemos la miseria humana, que toquemos la carne sufriente de los demás. Espera que renunciemos a buscar esos refugios personales o comunitarios que nos mantienen a distancia del nudo del drama humano, para que entremos verdaderamente en contacto con la existencia concreta de los demás y conozcamos la fuerza de la ternura. Cuando hacemos esto, la vida siempre se nos complica maravillosamente y vivimos la intensa experiencia de ser pueblo, la experiencia de pertenecer a un pueblo. quiere que toquemos la miseria humana, que toquemos la carne sufriente de los demás» (Evangelii Gaudium, n. 270).

Para el Papa, esto es tocar la carne sufriente de Cristo hoy. Repite a menudo que el nuestro debe ser siempre «amor concreto, con obras de misericordia», para tocar «la carne de Cristo allí, de Cristo encarnado». ¿Serán capaces de dar testimonio de ello también nuestras Cofradías? A las viejas pobrezas se han añadido hoy otras nuevas, que desafían la caridad de la Iglesia: la drogadicción, la inmigración, así como las muchas pobrezas morales causadas por la soledad, la prostitución, la desestructuración familiar, etc. ¿Puede ser la historia pasada de las Hermandades su historia futura? Permítanme, pues, imaginar a nuestras Hermandades como colaboradoras en la labor de nuestras Cáritas diocesanas y parroquiales. Este es el deseo con el que concluyo: que vuestra pertenencia a una Hermandad sea una pertenencia por amor....

 

Marcelo Card. Semeraro

 

Sono grato al vostro Arcivescovo, mio amico fraterno e membro del Dicastero delle Cause dei Santi, per l’invito che mi ha rivolto e sono onorato d’incontrare tutti voi in questo «II Congreso Internacional de Hermandades y Piedad Popular» e parlarvi sul tema: Oración y liturgia en la propuesta de Santificación de las Hermandades. Oltre che onorato sono pure contento perché questo invito mi riporta a quando, ancora giovane sacerdote sono stato per oltre venti anni padre spirituale di una Confraternita del mio paese intitolata ai Santi Medici Cosma e Damiano.

 

Pietà popolare: un sistema immunitario della Chiesa

Vorrei iniziare con una citazione di Papa Francesco il quale, parlando il 29 novembre 2018 a quanti avevano partecipato al I Congresso Internazionale per i rettori e operatori dei Santuari, disse che «la pietà popolare è il sistema immunitario della Chiesa… Quando la Chiesa incomincia a farsi troppo ideologica, troppo gnostica o troppo pelagiana, la pietà popolare la corregge, la difende». L’immagine è davvero efficace, perché il sistema immunologico, pur non avendo la medesima importanza del sistema nervoso, o di quello cardiovascolare è tuttavia una sorta di rete di sorveglianza che protegge il corpo da agenti patogeni sia esterni, sia interni. Cosa, fuor di metafora, intendeva dire il Papa? Si ricorderà che le due espressioni: «gnosticismo» e «pelagianesimo» si trovano nella esortazione apostolica Evangelii gaudium.

Parafrasando quel documento potremo allora dire che per gnosticismo oggi intendiamo un cristianesimo astratto, fatto solo di idee o, al meglio, come una cultura ma non, di sicuro, come l’incontro con una persona vera, con cui vivere: Cristo Gesù. Considerata sotto questo profilo la pietà popolare ci fa sempre incontrare con la «carne di Cristo». Penso, ad esempio, ai grandi riti della Settimana Santa, che segnalano in tante parti il ruolo delle Confraternite e, soprattutto, qui in questa Terra. Considerando da questa prospettiva la pietà popolare, nel Documento di Aparecida (2014) si legge:

«La nostra gente si identifica particolarmente con il Cristo sofferente, lo guardano, lo baciano o toccano i suoi piedi feriti come per dire: “Questo è colui che mi ha amato e ha dato se stesso per me” (Gal 2,20). Tanta di questa gente è esclusa, ignorata, depauperata ma non abbassa le braccia. Con la sua caratteristica religiosità, si aggrappa all’immenso amore che Dio ha per essa e che le ricorda costantemente la propria dignità. Trova anche la tenerezza e l’amore di Dio nel volto di Maria, nella quale vedono rispecchiato il messaggio essenziale del Vangelo…» (n. 265).

Con pelagianesimo intendiamo, per altro verso, quella corrente di pensiero che, minimizzando il potere della grazia sopravvaluta le capacità dell’uomo. Il 10 novembre 2015, incontrando a Firenze i rappresentanti del V Convegno nazionale della Chiesa italiana, Papa Francesco dirà: «Il pelagianesimo ci porta ad avere fiducia nelle strutture, nelle organizzazioni, nelle pianificazioni perfette perché astratte. Spesso ci porta pure ad assumere uno stile di controllo, di durezza, di normatività... La dottrina cristiana non è un sistema chiuso incapace di generare domande, dubbi, interrogativi, ma è viva, sa inquietare, sa animare. Ha volto non rigido, ha corpo che si muove e si sviluppa, ha carne tenera: la dottrina cristiana si chiama Gesù Cristo». Aggiungo, anche in questo caso, una citazione dal Documento di Aparecida, dove si richiama quel processo di secolarizzazione, che ormai da decenni insidia i cristiani nella fede e nella pratica religiosa. Anche in questo caso la pietà popolare è in grado di immunizzare la fede cristiana. Essa, infatti, risulta essere

una potente confessione del Dio vivente all’opera nella storia e un canale di trasmissione della fede. Il camminare insieme verso i santuari e partecipare ad altre manifestazioni di pietà popolare di pietà popolare, anche portando i propri figli o invitando altri, è di per sé invitare gli altri, è di per sé un gesto di evangelizzazione con il quale il popolo cristiano evangelizza gesto evangelizzatore con cui il popolo cristiano evangelizza se stesso e realizza la missione della Chiesa» (n. 264).

Il discorso circa l’efficacia immunologica della pietà popolare potrebbe evidentemente essere ulteriormente approfondito. Si pensi, ad esempio, a una delle sue potenzialità, ossia al fatto che può aiutare la Chiesa a difendersi dal problema della insignificanza sociale. La pietà popolare, difatti, può offrirle un’ampia gamma di occasioni, luoghi e strumenti dai quali e con i quali la Chiesa può continuare a lanciare il suo messaggio e annunciare Gesù con un effetto moltiplicatore. Si pensi, ad esempio, alla molteplicità di celebrazioni liturgiche, che in occasione di feste patronali e di altre ricorrenze religiose sono frequentate da una moltitudine di persone che in genere non vanno mai in chiesa, e tuttavia ritornano al paese per la festa del patrono… In questi casi la religiosità popolare può costituire un vero altoparlante di evangelizzazione. Il Direttorio su pietà popolare e liturgia, pubblicato nel 2002 dall’allora Congregazione per il Culto divino e la Disciplina dei Sacramenti, annota che

il “giorno del Santo” ha […]una grande valenza antropologica: è giorno di festa. E la festa – è noto – risponde a una necessità vitale dell’uomo, affonda le sue radici nell’aspirazione alla trascendenza. Attraverso manifestazioni di gioia e di giubilo la festa è affermazione del valore della vita e della creazione. In quanto interruzione della monotonia del quotidiano, delle forme convenzionali, dell’asservimento alla necessità del guadagno, la festa è espressione di libertà integra, di tensione verso la felicità piena, di esaltazione della pura gratuità. In quanto testimonianza culturale, essa mette in luce il genio peculiare di un popolo, i suoi valori caratteristici, le espressioni più genuine del suo folklore. In quanto momento di socializzazione, la festa è occasione di dilatazione dei rapporti familiari e di apertura a nuove relazioni comunitarie» (n. 232).

Torno a richiamare le varie rappresentazioni della Passione, preparate e vissute in occasione della Settimana Santa: eventi che, pure nella forma di sacre rappresentazioni, impegnano tante persone. Non v’è lì già spazio di annuncio, almeno per fare comprendere l’evento, oppure per far entrare l’attore nel suo personaggio? Si pensi pure ancora al pio esercizio della Via Crucis. Il Direttorio su pietà popolare e liturgia ricorda che proprio lì confluiscono

varie espressioni caratteristiche della spiritualità cristiana: la concezione della vita come cammino o pellegrinaggio; come passaggio, attraverso il mistero della Croce, dall’esilio terreno alla patria celeste; il desiderio di conformarsi profondamente alla Passione di Cristo; le esigenze della sequela Christi, per cui il discepolo deve camminare dietro il Maestro, portando quotidianamente la propria croce (cf. Lc 9,23) (n. 133).

Non c’è dubbio che, se svolti con devozione e dignità cristiana, i riti tradizionali possono diventare delle preziose catechesi; la stessa cosa si dirà per le varie processioni: la contemplazione delle immagini della vita del Signore è una predicazione del mistero pasquale, cioè della passione, morte e risurrezione di Gesù Cristo; le processioni eucaristiche ci riportano alla sorgente della vita della Chiesa; le immagini della Vergine ci proclamano la grandezza della Madre del Signore e la potenza della sua materna intercessione; le processioni con le immagini dei santi ci stimolano a seguire il loro esempio.

Mi piace, a tale proposito, rimandare a un documento dell’Episcopato del Sud della Spagna pubblicato il 25 ottobre 1975 in cui si citano alcune testimonianze di valore attivo che si trovano nella religiosità popolare: così le varie testimonianze di fede in Dio e nella sua provvidenza e signoria sull'universo e sulla vita umana.[1] Si legge fra l’altro che

Per quanto imperfette, esse servono come segni visibili della trascendenza religiosa. Tale cattolicesimo testimonia anche la fede in Gesù Cristo, Figlio di Dio e della Vergine Maria, e acquista così il valore di segno visibile della presenza di Gesù Dio e Uomo tra le moltitudini del nostro tempo. Infine, ci sono le testimonianze di fede nella mediazione e nell'intercessione personale di Gesù, di sua Madre Maria e dei suoi santi, con il valore di segno sensibile della fede nella relazione religiosa personale tra Dio e gli uomini.

Nel documento si aggiunge pure che le testimonianze popolari di fede nella Chiesa «fanno del cattolicesimo popolare un segno visibile del carattere ecclesiale del cristianesimo e dell'unità ecclesiale del popolo di Dio» e questo accade, ad esempio, quando i fedeli si riuniscono in massa nei giorni festivi o nelle feste solenni, o nelle manifestazioni pubbliche di devozione a Cristo e a Maria nei loro Misteri, o a Natale, Quaresima, Settimana Santa e Pasqua, che conservano un certo significato anche per i non credenti. Si tratta solo di alcuni valori cui si potranno aggiungere anche altri, come la fede nella vita eterna.

 

La «pietà popolare»: forma di inculturazione della fede

Torno a richiamare ciò che il Direttorio su pietà popolare e liturgia scrive sulla pietà popolare, ossia che le sue diverse manifestazioni «si esprimono prevalentemente non con i moduli della sacra Liturgia, ma nelle forme peculiari derivanti dal genio di un popolo o di una etnia e della sua cultura» (n. 9). Alla luce di ciò, sarà possibile notare una differenza tra le forme espressive della pietà popolare e i moduli della sacra liturgia: se questi ultimi riguardano tutta la Chiesa, le espressioni della popolare riguardano non tutto il popolo, bensì un popolo! La conseguenza è la loro varietà: una diversità legata alla cultura, alla storia, alla vita collettiva, nonché al linguaggio dei simboli e del corpo di una specifica collettività.

Scrive Papa Francesco in Evangelii Gaudium: «Le forme proprie della religiosità popolare sono incarnate, perché sono sgorgate dall’incarnazione della fede cristiana in una cultura popolare. Per ciò stesso esse includono una relazione personale, non con energie armonizzanti ma con Dio, con Gesù Cristo, con Maria, con un santo. Hanno carne, hanno volti» (n. 90). Ne deriva pure, come dica ancora il Papa, che

nella pietà popolare, poiché è frutto del Vangelo inculturato, è sottesa una forza attivamente evangelizzatrice che non possiamo sottovalutare: sarebbe come disconoscere l’opera dello Spirito Santo. Piuttosto, siamo chiamati ad incoraggiarla e a rafforzarla per approfondire il processo di inculturazione che è una realtà mai terminata. Le espressioni della pietà popolare hanno molto da insegnarci e, per chi è in grado di leggerle, sono un luogo teologico a cui dobbiamo prestare attenzione, particolarmente nel momento in cui pensiamo alla nuova evangelizzazione» (Evangelii Gaudium, n. 126)

A questa affermazione, può fare da specchio quest’altro brano di Evangelii Gaudium:

Quando in un popolo si è inculturato il Vangelo, nel suo processo di trasmissione culturale trasmette anche la fede in modi sempre nuovi; da qui l’importanza dell’evangelizzazione intesa come inculturazione. Ciascuna porzione del Popolo di Dio, traducendo nella propria vita il dono di Dio secondo il proprio genio, offre testimonianza alla fede ricevuta e la arricchisce con nuove espressioni che sono eloquenti. Si può dire che “il popolo evangelizza continuamente sé stesso”. Qui riveste importanza la pietà popolare, autentica espressione dell’azione missionaria spontanea del Popolo di Dio. Si tratta di una realtà in permanente sviluppo, dove lo Spirito Santo è il protagonista (n. 122).

 

Pietà popolare e liturgia

Per quanto, in tema di rapporto fra religiosità popolare e cultura, sia necessario ricordare che «il messaggio che annunciamo presenta sempre un qualche rivestimento culturale», occorre anche valutare il rischio di cadere in quella che sempre Francesco ha chiamato «vanitosa sacralizzazione della propria cultura, e con ciò possiamo mostrare più fanatismo che autentico fervore evangelizzatore» (Evangelii Gaudium, n. 117). Antidoto per questo rischio sarà anzitutto il legame della pietà popolare con la vita liturgica della Chiesa. Entro così più direttamente nel tema che mi è stato assegnato.

Se, infatti, in ogni religione ci sono espressioni popolari, si deve tuttavia ammettere che in ambito cristiano ciò che colora l’espressione culturale della fede impressa nei cuori dei fedeli è il mistero dell’Incarnazione al quale, come ha insegnato il Concilio Vaticano II, si partecipa in forma piena ed eminente mediante la Sacra Liturgia. In Sacrosanctum Concilium, infatti, che è la costituzione del Concilio Vaticano II sulla Sacra Liturgia, leggiamo che, per realizzare la sua opera di salvezza

Cristo è sempre presente nella sua Chiesa, e in modo speciale nelle azioni liturgiche. È presente nel sacrificio della messa, sia nella persona del ministro, essendo egli stesso che, «offertosi una volta sulla croce, offre ancora se stesso tramite il ministero dei sacerdoti», sia soprattutto sotto le specie eucaristiche. È presente con la sua virtù nei sacramenti, al punto che quando uno battezza è Cristo stesso che battezza. È presente nella sua parola, giacché è lui che parla quando nella Chiesa si legge la sacra Scrittura. È presente infine quando la Chiesa prega e loda, lui che ha promesso: «Dove sono due o tre riuniti nel mio nome, là sono io, in mezzo a loro» (n. 7).

Per questo, all’impegno lodevole di «inculturare la Liturgia» deve sempre corrispondere, come elemento equilibratore, quello di collegare sempre la pietà popolare con la vita liturgica. Non valutare questo legame corrisponde ad accreditare un culto esterno e vuoto. Nella Chiesa, però, non mai lecito promuovere un «culto esterno», che non sia accompagnato allo stesso tempo da disposizioni interne che lo animino.

Al riguardo si dovrà ammettere che oggi il rischio è più accentuato che nel passato. Si pensi ad alcune manifestazioni che hanno sì una origine religiosa, ma che oggi, specialmente dai media, sono considerate unicamente sotto l’aspetto antropologico e folkloristico. Per questo, la Nota pastorale dei Vescovi spagnoli nel 1985 rilevava in proposito:

pure i media contribuiscono, e talvolta non poco, a questa crescente desacralizzazione. La trasmissione di processioni o altre celebrazioni cattoliche è talvolta accompagnata da commenti che le privano del loro contenuto cristiano o le equiparano a celebrazioni pagane. Tutto ciò ha un impatto relativizzante e persino svalutante sulla presentazione delle cerimonie religiose; basta qualche abile tocco di montaggio, nella successione o nel conteggio delle immagini, per ottenere risultati molto negativi nel trattamento dei temi religiosi.[2]

Penso che al riguardo sia necessario rifarsi anzitutto al Direttorio su pietà popolare e liturgia che sul tema offre delle indicazioni davvero preziose. Richiama subito, ad esempio, l’importanza di «rispettare la differenza oggettiva tra i pii esercizi e le pratiche di devozione rispetto alla Liturgia» e perciò fare sì che non vi sia commistione tra le formule proprie dei pii esercizi e le azioni liturgiche. Avverte, per questo, che gli atti di pietà e di devozione trovino il loro spazio al di fuori della celebrazione dell’Eucaristia e degli altri Sacramenti. Per un altro aspetto, chiede di superare, dove è il caso, la concorrenza o la contrapposizione con le azioni liturgiche e stabilisce il principio: «va salvaguardata la precedenza da dare alla domenica, alla solennità, ai tempi e giorni liturgici» (n. 13). Su queste premesse, «deve essere ritenuto un punto fermo la priorità della celebrazione dell’anno liturgico su ogni altra espressione e pratica di devozione», come pure il necessario rapporto della pietà popolare con la Liturgia.

Per una applicazione di questi principi voi trovate una preziosa e recente guida nella Lettera pastorale María, Estrella de la evángelización, pubblicata dai vostri Vescovi del Sud della Spagna il 14 giugno 2023 ricorrendo il 30° anniversario del viaggio apostolico di San Giovanni Paolo II a Sevilla e Huelva. Questo documento dedica al tema i suoi numeri 24- 29. Il n. 25, ad esempio, proprio sottolineando la differenza «oggettiva» tra pii esercizi, pratiche di pietà popolare e Liturgia sottolinea il primato della Liturgia da conservarsi sia nel pensiero che nell’azione.

No se debe olvidar que, mientras los sacramentos son necesarios para vivir en Cristo, las formas de piedad popular pertenecen al ámbito de lo facultativo. Es por ello imprescindible que se dé preeminencia a la participación en la Misa dominical, al sacramento de la Penitencia, a la oración litúrgica y al año litúrgico sobre cualquier manifestación devocional».

Il n. 26 enuncia poi un principio generale molto utile non soltanto per quanto riguarda la vita delle Confraternite ma in generale per la vita delle nostre comunità e non soltanto, ovviamente, in Spagna, ma in Italia e dappertutto. Dicono così:

la “participación consciente, activa y fructuosa” de todos los fieles en la Liturgia, que buscó la reforma litúrgica del Concilio Vaticano II (SC 11), no significa confundir la celebración con otras acciones eclesiales en las que los fieles “hacen más cosas”, como la catequesis, las reuniones de formación o los encuentros para festejar comunitariamente momentos de la vida. La participación litúrgica es verdaderamente activa, fructuosa y consciente cuando “en las celebraciones litúrgicas, cada cual, ministro o simple fiel, al desempeñar su oficio, hace todo y sólo aquello que le corresponde por la naturaleza de la acción y las normas litúrgicas (SC 28)”».

Quanta sapienza c’è in questa riflessione!

Un altro principio importante è ricordato subito dopo, cioè le pratiche devozionali non debbono alterare le celebrazioni liturgiche: il rispetto delle norme liturgiche è il modo in cui si rispetta la necessaria armonia tra liturgia e pietà popolare. Ancora, adattare le pratiche devozionali alla Liturgia esige di mantenere il giusto ritmo dell’anno liturgico, con i suoi ritmi annuale e settimanale. Al n. 29 si legge: « Para que el Domingo sea de verdad el día dedicado al Señor es imprescindible renovar el encuentro con Cristo vivo en la participación de la Santa Misa, fortaleciendo los vínculos con la Iglesia mediante un descanso digno que cuide la vida familiar y se abra a la solidaridad con el prójimo»

 

La carità quale opera primaria delle Confraternite

Al n. 13 della Carta Pastoral Las Hermandades y Cofradías scritta nel 1988 i vostri Vescovi dicono di avere notato con gioia che la pratica della carità cristiana è uno dei valori più profondamente vissuti nelle vostre Comunità. Anche questo è un dato importante, con cui mi piace concludere. Sotto il profilo storico, infatti, dobbiamo ammettere che, almeno sino ad una certa epoca, la Chiesa ha adempiuto alla sua missione caritativa soprattutto per mezzo delle Confraternite. Possiamo dire anzi che non c’è stata alcuna povertà e sofferenza umane che non abbia dato origine ad una Confraternita! La carità si manifesterà specialmente nei momenti di difficoltà della vita – malattie, povertà, vedovanza ecc. – e poi in occasione della morte: funerali, sepoltura, orazioni, messe… Mediante l’opera della confraternite la Chiesa ha dimostrato e ancora oggi può dimostrare di essere la vera esperta in umanità, che nel suo volto riflette il volto di Cristo e la carità del Vangelo.

Numerose Confraternite hanno, all’inizio della loro storia, scopi caritativi indirizzati verso bisogni specifici, che impegnano le varie opere di misericordia: «poveri vergognosi» (ossia nobili che per alterne vicende – spesso derivanti da questioni politiche – divenivano improvvisamente poveri pellegrini), prigionieri, bambini abbandonati («esposti»), ragazze da maritare, condannati a morte («compagnie di giustizia»), prigionieri per debiti, vedove, orfani…

Il 10 novembre 2007 il papa Benedetto XVI tenne un Discorso alle Confraternite italiane sottolineando proprio l’importanza di questa dimensione della vita cristiana. Egli ricordò che le Confraternite cominciarono a sorgere durante il Medio Evo, quando ancora non esistevano forme strutturate di assistenza pubblica che garantissero interventi sociali e sanitari per le fasce più deboli delle collettività. Oggi, è vero, in molte parti è cresciuto il benessere economico, ma anche dove lo è ci sono ancora, come in passato, tanti spazi di povertà e per questo c’è ancora molto da fare nel campo della solidarietà. Ora, le Confraternite non certamente società di mutuo soccorso e semplici associazioni filantropiche,

sino un conjunto de hermanos que, queriendo vivir el Evangelio con la certeza de ser parte viva de la Iglesia, se proponen poner en práctica el mandamiento del amor, que impulsa a abrir el corazón a los demás, de modo especial a quienes se encuentran en dificultades. El amor evangélico, amor a Dios y amor a los hermanos, es el signo distintivo y el programa de vida de todo discípulo de Cristo, así como de toda comunidad eclesial. Es evidente que en la sagrada Escritura el amor a Dios está íntimamente unido al amor al prójimo.

Questo ce lo ricorda di continuo anche Papa Francesco, per il quale la misericordia è la trave principale che sostiene la vita e la missione della Chiesa. Egli ci dice:

«Gesù vuole che tocchiamo la miseria umana, che tocchiamo la carne sofferente degli altri. Aspetta che rinunciamo a cercare quei ripari personali o comunitari che ci permettono di mantenerci a distanza dal nodo del dramma umano, affinché accettiamo veramente di entrare in contatto con l’esistenza concreta degli altri e conosciamo la forza della tenerezza. Quando lo facciamo, la vita ci si complica sempre meravigliosamente e viviamo l’intensa esperienza di essere popolo, l’esperienza di appartenere a un popolo. vuole che tocchiamo la miseria umana, che tocchiamo la carne sofferente degli altri» (Evangelii Gaudium, n. 270).

Per il Papa è questo, oggi, il toccare la carne sofferente di Cristo. Egli spessissimo ripetere che il nostro deve sempre essere amore «concreto, con le opere di misericordia», per toccare «la carne di Cristo lì, di Cristo incarnato».

Sapranno testimoniarlo anche le nostre Confraternite? Alle antiche povertà oggi se ne sono aggiunte di nuove, che interpellano la carità della Chiesa: tossicodipendenza, immigrazione, nonché le tante povertà morali causate dalla solitudine, dalla prostituzione, dal dissesto familiare, ecc. La storia passata delle Confraternite potrà essere la loro storia futura? Mi sia permesso, allora, immaginare le nostre Confraternite come le partners nell’opera delle nostre Caritas, diocesane e parrocchiali. È l’augurio con il quale concludo: sia la vostra appartenenza ad una Confraternita una appartenenza per amore?

 

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[1] El catolicismo popular en el sur de España. Documento de trabajo para la reflexión práctica pastoral (20.10.1975), en https://odisur.es/asamblea-de-obispos/el-catolicismo-popular-en-el-sur-de-espaa-documento-de-trabajo-para-la-reflexin-prctica-pastoral/. Además de este documento, la Conferencia Episcopal del Sur de España dedicó importantes textos al tempa, que se citan a continuación; Carta Pastoral El catolicismo popular. Nuevas consideraciones pastorales (1985); Carta Pastoral Las Hermandades y Cofradías (1988); Carta pastoral María, Estrella de la evangelización. La fuerza evangelizadora de la piedad popular (14.6.2023).

[2] Obispos del Sur de España, El catolicismo popular. Nuevas consideraciones pastorales (20.2.1985), en https://odisur.es/asamblea-de-obispos/el-catolicismo-popular-nuevas-consideraciones-pastorales/