Enrique de Ossó

Enrique de Ossó

(1840-1896)

Beatificazione:

- 14 ottobre 1979

- Papa  Giovanni Paolo II

Canonizzazione:

- 16 giugno 1993

- Papa  Giovanni Paolo II

- Madrid, Spagna

Ricorrenza:

- 27 gennaio

Presbitero, per provvedere alla formazione delle fanciulle fondò la Società di Santa Teresa di Gesù; rimosso in seguito da essa, trascorse i restanti anni della sua vita in un convento dei Frati Minori

 

  • Biografia
  • Omelia
  • omelia di beatificazione
Cercò e trovò la sapienza; la preferì agli scettri, ai troni e alla ricchezza (Giovanni Paolo II)

 

Enrique de Ossó y Cervelló, sacerdote, fundador de la Congregación de Hermanas de la Compañía de Santa Teresa de Jesús, es uno de los hombre de Dios, que, en el siglo pasado, contribuyeron a mantener viva la fe cristiana en España, con una fidelidad inquebrantable a la Iglesia y la Sede Apostólica.

Nació en Vinebre, diócesis de Tortosa, provincia de Tarragona, el 16 de octubre de 1840. Su madre soñaba verlo sacerdote del Señor. Su padre le encaminó al comercio.

Gravemente enfermo, recibió la primera Comunión por Viático. Durante el cólera de 1854 perdió a su madre, y en este mismo año -trabajaba como aprendiz de comercio en Reus- abandonó todo y se retiró a Montserrat. Vuelto a casa con la promesa de poder emprender el camino elegido, inició en el mismo año 1854 los estudios en el Seminario de Tortosa.

Ordenado sacerdote en Tortosa, el 21 de septiembre de 1867, celebró la primera misa, en Montserrat, el domingo 6 de octubre, festividad de Nuestra Señora del Rosario.

Sus clases como profesor de Matemáticas y Física en el Seminario no le impidieron dedicarse con ardor a la catequesis, uno de los grandes amores de su vida. Organizó en 1871 una escuela metódica de catecismo, en doce Iglesias de Tortosa y escribió una "Guía práctica" para los catequistas. Con este libro inicia Enrique su actividad como escritor, apostolado que le convirtió en uno de los sacerdotes más populares de la España de su tiempo. Desde niño tuvo devoción entusiasta por Santa Teresa de Avila. La vida y doctrina de la Santa, asimilada con la lectura constante de sus obras, inspiró su vida espiritual y su apostolado, mantenidos por la fuerza de su amor ardiente a Jesús y María y por una adhesión inquebrantable a la Iglesia y al Papa.

Para acrecentar y fortificar el sentido de piedad, reunió en asociaciones a los fieles, especialmente a los jóvenes, para quienes la revolución y las nuevas corrientes hostiles a la fe católica resultaban una amenaza.

Después de haber dado vida en los primeros años de sacerdocio a una "Congregación mariana" de jóvenes labradores del campo tortosino, fundó en 1873 la Asociación de "Hijas de María Inmaculada y Santa Teresa de Jesús". En 1876 inauguraba el "Rebañito del Niño Jesús". Los dos grupos tenían un fin común: promover una intensa vida espiritual, unida al apostolado en el propio ambiente. El Movimiento Teresiano de Apostolado (MTA) recoge en la actualidad el carisma teresiano de nuestro Santo para hacer de los niños, jóvenes y adultos cristianos comprometidos mediante la oración y el apostolado.

Para facilitar la práctica de la oración a los asociados, Enrique publicó en 1874 "El cuarto de hora de oración", libro que el autor mandó imprimir 15 veces y del que hasta la fecha se han publicado más de 50 ediciones.

Convencido de la importancia de la prensa, inició en 1871 la publicación del semanario, "El amigo del pueblo" que tuvo vida hasta mayo de 1872, cuando por un motivo fútil de la autoridad civil, contraria a la Iglesia, lo suprimió. Sin embargo, en octubre de este mismo año inicia la publicación de la Revista mensual Santa Teresa de Jesús, que durante 24 años fue la palestra en la que el Santo expuso la verdadera doctrina católica, difundió las enseñanzas de Pío IX y León XIII, enseñó el arte de la oración, propagó el amor a Santa Teresa de Avila e informó de manera actualizada sobre la vida de la Iglesia en España y en el mundo. Para formar a la gente humilde publicó en 1884 un Catecismo sobre la masoneríafundado en la doctrina del Papa. Y en 1891 ofreció lo esencial de la  Rerum Novarum en unCatecismo de los obreros y de los ricos, prueba concreta de su atención a los signos de los tiempos, según el corazón de la Iglesia.

Su gran obra fue la Congregación de las Hermanas de la Compañía de Santa Teresa de Jesús que se extendió, viviendo aún el Fundador por España, Portugal, México y Uruguay. En la actualidad la Congregación se extiende por tres continentes: Europa, Africa y América.

San Enrique quiso que sus hijas, llenas del espíritu de Teresa de Avila, se comprometiesen a "extender el reino de Cristo por todo el mundo", "formando a Cristo en la inteligencia de los niños y jóvenes por medio de la instrucción y en su corazón por medio de la educación".

Había soñado junto con la institución de "Hermanos Josefinos" la de una Congregación de "Misioneros Teresianos"", que viviendo santamente el propio sacerdocio en la mayor intimidad con Cristo y al servicio total de la Iglesia, siguiendo las huellas de Teresa, fuesen los apóstoles de los tiempos nuevos. En vida su proyecto no llegó a realidad. Sin embargo, desde hace pocos años, un grupo de jóvenes mexicanos se preparan al sacerdocio con el mismo espíritu teresiano de Ossó.
Sacerdote según el corazón de Dios, el Santo fue un verdadero contemplativo que fundió en sí con equilibrio extraordinario un ideal apostólico abierto a todo lo bueno que ofrecían los nuevos tiempos. De fe viva, no miraba sacrificios ni oposiciones; en una época especialmente hostil a la Iglesia, anunció valerosamente el Evangelio con la palabra, con los escritos, con la vida.

Murió el 27 de enero de 1896 en Gilet (Valencia), en el convento de los Padres Franciscanos, donde se había retirado durante algunos días para orar en la soledad. Las últimas páginas que escribió antes de su muerte trataban de la acción de la gracia del Espíritu Santo en la vida de los cristianos dóciles a su amor.

Es el mensaje de su vida: siempre fiel a las mociones del Espíritu Santo, vivió como apóstol que transmite la fuerza del Evangelio animada por la comunión constante con Dios y por un amor inmenso a la Iglesia. Su existencia, consumida al servicio de los hermanos en una entrega sin límites, revela que el verdadero amor de Cristo cuanto más posee a un ser lo hace más disponible a la caridad siempre nueva y siempre colmada de quien intenta ser reflejo de la presencia de Dios y de su amor en el mundo.

CANONIZZAZIONE DEL SACERDOTE SPAGNOLO 
ENRIQUE DE OSSÓ Y CERVELLÓ NELLA «PLAZA DE COLÓN»

OMELIA DI GIOVANNI PAOLO II

Madrid - Mercoledì, 16 giugno 1993

 

1. “Voi siete il sale della terra... Voi siete la luce del mondo” (Mt 5, 13-14).

Queste parole del Signore risuonano con tutta la loro forza e grandezza ogni volta che la Chiesa si riunisce per celebrare il dono della santità in uno dei suoi figli. Risuonano oggi, in special modo, in questa grande assemblea che, insieme al vescovo di Roma si riunisce come “la stirpe eletta, il sacerdozio regale, la nazione santa, il popolo che Dio si è acquistato perché proclami le opere meravigliose di lui che vi ha chiamati dalle tenebre alla sua ammirabile luce” (1 Pt 2, 9). Qui risiede, in effetti, il popolo santo di Dio, chiamato ad essere, attraverso la grazia divina, il sale della terra e la luce del mondo.

Testimone della luce divina è stato il beato Enrique de Ossó y Cervelló, che la Chiesa eleva oggi alla gloria della santità e lo propone come modello al popolo cristiano. La Chiesa universale si rallegra e gioisce di questo suo figlio che, fedele alla chiamata di Dio, comprese che “il primo e fondamentale contributo all’edificazione della Chiesa stessa, quale Comunione dei santi” (Christifideles laici, 17) era la sua stessa santità. Il seme di santità che ha dato frutto ed è ritornato alla Chiesa arricchito con il suo personale carisma.

2. Qual è stato questo carisma? Qual è stato il dono ricevuto da Dio che ha dato frutto nella vita del nuovo santo? Le letture bibliche che sono state invocate ci danno la risposta giusta a queste domande. Enrique de Ossó cercò e trovò la sapienza; la preferì agli scettri, ai troni e alla ricchezza. Fin dalla sua giovinezza, nell’abbandonare la casa paterna, per rifugiarsi nel monastero di Montserrat, sentì che Dio lo chiamava per renderlo partecipe della sua amicizia. Sedotto dalla luce che non ha tramonto (cf. Sap 7, 8. 14. 10) trovò “un tesoro inesauribile per gli uomini” (Sap 7, 14) e lasciò tutto per possederlo (cf. Mt 13, 44-46).

Suo padre voleva che fosse un mercante; e lui, come il mercante della parabola evangelica, preferì la perla di grande valore che è Gesù Cristo. L’amore verso Gesù Cristo lo condusse al sacerdozio, e nel mistero sacerdotale Enrique de Ossó trovò la chiave per vivere la sua identificazione con Cristo e il suo zelo apostolico. Come “un buon soldato di Cristo Gesù” (2 Tm 2, 3) prese parte ai lavori del Vangelo e trovò forza nella grazia divina per comunicare agli altri la sapienza che aveva ricevuto. La sua vita fu, in ogni momento, intimo contatto con Gesù, generosità e sacrificio, generosa offerta apostolica.

3. Oltre al sacerdozio seppe sviluppare la sua grande vocazione all’insegnamento. Non solo fece scoprire ad altri la saggezza nascosta in Cristo, ma sentì la necessità di formare persone “capaci a loro volta di insegnare agli altri”, secondo l’espressione di san Paolo a Timoteo (2 Tm 2, 2). La Compagnia di santa Teresa di Gesù, da lui fondata, non ha altro fine se non quello di conoscere e amare Cristo, e quindi far sì che sia conosciuto e amato dagli altri. Il carisma del vostro fondatore, care religiose, continua ad essere vivo in voi. La celebrazione di oggi è un invito che il Signore vi rivolge affinché continuiate il vostro fecondo servizio ecclesiale dalla santità di vita e impegno apostolico, soprattutto attraverso l’insegnamento e la formazione della gioventù.

Dalla mano di Teresa di Gesù, Enrique de Ossó capisce che l’amore per Cristo deve essere il centro della sua opera. Un amore verso Cristo che attragga e affascini gli uomini avvicinandoli al Vangelo. Spinto da questo amore, questo sacerdote esemplare, nato in Catalogna, dedicherà la sua azione ai bambini più bisognosi, ai giovani lavoratori, a tutti gli uomini, senza distinzione di età o condizione sociale; e, in maniera particolare, ha rivolto la sua opera apostolica alla donna, consapevole della sua capacità di trasformare la società: “Il mondo è sempre stato – diceva – come lo hanno fatto le donne. Un mondo fatto da voi. formato secondo il modello della Vergine Maria con gli insegnamenti di Teresa” (Scritti, t. I, Barcellona 1976, p. 207). Questo ardente desiderio che Gesù Cristo fosse conosciuto e amato da tutto il mondo fece sì che Enrique de Ossó centrasse tutta la sua attività apostolica sulla catechesi. Nella cattedra del Seminario di Tortosa, o con i bambini e la gente semplice del popolo, il virtuoso sacerdote rivela il volto di Cristo Maestro che, compatito dalla gente, indicava loro la strada del cielo.

Il suo spirito è segnato dalla centralità della persona di Gesù Cristo. “Pensare, sentire, amare come Cristo Gesù; lavorare, convertire e parlare come lui; conformare, in una parola, tutta la nostra vita su quella di Cristo; rivestirci di Cristo Gesù è la nostra occupazione essenziale” (Scritti, t. III, Barcellona 1976, p. 456). E insieme a Cristo, professava una pietà mariana commovente e profonda, così come un’ammirazione per il valore educativo della persona e l’opera di santa Teresa di Gesù.

4. Oggi è un grande giorno per la Chiesa in tutto il mondo, ma soprattutto per la Chiesa di Spagna. Lo è soprattutto per voi, abitanti di Tortosa. Un figlio dell’amata terra catalana viene proclamato santo; entra così a far parte della lunga schiera di santi e beati che sono un segno eloquente della ricchezza spirituale di questo popolo cristiano. La Spagna può vantarsi senz’altro di una magnifica storia di santità; allo stesso tempo è chiaro però che ai nostri giorni, per affrontare con decisione e speranza le sfide del futuro, questo paese ha bisogno di ritornare alle sue radici cristiane.

Oggi più che mai si può sentire il bisogno di Dio. Quanto più la visione della vita si secolarizza, la società si disumanizza, perché perde la giusta prospettiva dei rapporti tra gli uomini; quando si indebolisce la dimensione trascendente dell’esistenza, diminuisce il senso dei rapporti personali e della storia, e si pongono in pericolo la dignità e la libertà della persona umana, che ha solo Dio, il suo Creatore, come suo principio e fine.

5. Perciò, in questa celebrazione liturgica, che vede riunito un così grande numero di persone dell’arcidiocesi di Madrid e delle diocesi di Alcalá e Getafe, della diocesi di Tortosa, patria del nuovo santo, e delle altre diocesi catalane, così come di molti altri luoghi della cara Spagna, voglio rivolgere uno speciale messaggio di incoraggiamento e di speranza alle famiglie spagnole. Esorto queste, che sono i santuari dell’amore e della vita (cf. Centesimus annus, 39), ad essere vere “Chiese domestiche”, luoghi di incontro con Dio, centro di irradiazione della fede, scuola di vita cristiana. “L’avvenire dell’umanità passa attraverso la famiglia! È, dunque, indispensabile e urgente che ogni uomo di buona volontà si impegni a salvare e promuovere i valori e le esigenze della famiglia” (Familiaris consortio, conclusione). Sono ben noti i problemi che nei nostri giorni affliggono la coppia e l’istruzione familiare; per questo è necessario presentare con autenticità l’ideale della famiglia cristiana, basato sull’unità e fedeltà del matrimonio, aperto alla fecondità, guidato dall’amore. E come non esprimere vivo appoggio ai ripetuti richiami dell’Episcopato a favore della vita e sulla illegalità dell’aborto? Esorto tutti a non desistere nella difesa della dignità di ogni vita umana, nell’indissolubilità del matrimonio, nella fedeltà dell’amore coniugale, nell’educazione dei bambini e dei giovani seguendo i principi cristiani, di fronte a cieche ideologie che negano la trascendenza e che la storia recente ha screditato mostrandone il vero volto.

6. Possano i giovani, che sono la grande forza e speranza di un popolo, scoprire, nel seno dei focolari cristiani, ideali alti e nobili che soddisfino le ansie dei loro cuori e li allontanino dalla tentazione di una cultura egoistica e senza orizzonti che conduce irrimediabilmente al vuoto e allo scoraggiamento. L’educazione dei bambini e dei giovani, cari fratelli e sorelle, continua ad avere un’importanza fondamentale per la missione della Chiesa e per la stessa società civile. Per questo è giusto che i padri e le madri cristiane continuino ad affermare e a sostenere il diritto a una scuola cattolica, autenticamente libera, nella quale si impartisca una vera educazione religiosa e in cui i diritti della famiglia siano convenientemente rispettati e tutelati. Tutto ciò si rivelerà a beneficio del bene comune, poiché l’istruzione religiosa contribuisce a preparare i cittadini disposti a costruire una società che sia sempre più giusta, fraterna e solidale. Giovani che mi ascoltate, lasciatemi ripetere ciò che vi dissi a Santiago de Compostela, nella Giornata mondiale della gioventù: “Non abbiate paura di essere santi!”. Seguite Gesù Cristo che è fonte di libertà e di vita. Apritevi al Signore, affinché illumini tutti i vostri passi. Egli sia il vostro tesoro più caro; e se vi chiamasse a una maggiore intimità nella vita sacerdotale o religiosa, non chiudete il vostro cuore. La docilità alla sua chiamata non ridurrà assolutamente la pienezza della vostra vita: al contrario la moltiplicherà, la ingrandirà fino ad abbracciare con il vostro amore i confini del mondo. Lasciatevi amare e salvare da Cristo, lasciatevi illuminare dalla sua potente luce! Così sarete luce di vita e di speranza in questa società.

7. Stiamo celebrando questa Eucaristia nella piazza dedicata a Colombo, lo scopritore dell’America. I monumenti che ci circondano ricordano quell’incontro tra due mondi, in cui svolse un ruolo tanto decisivo la fede cattolica. Nell’ambito della celebrazione del V centenario dell’evangelizzazione dell’America, il 12 ottobre scorso, a Santo Domingo, e insieme a tutto l’Episcopato latinoamericano, ho voluto rendere grazie a Dio ancora una volta per “l’arrivo della luce che ha illuminato di vita e di speranza il cammino dei popoli che, cinquecento anni fa, nacquero alla fede cristiana” (n. 3). Quella scoperta, che ha cambiato la storia del mondo, fu un accorato appello dello Spirito alla Chiesa, e specialmente alla Chiesa spagnola, che ha saputo rispondere generosamente con fervido ardore missionario. Anche oggi si fa urgente la nuova evangelizzazione, per rinnovare la ricchezza e la vitalità dei valori cristiani in una società che dà segni di disorientamento e di disillusione. È necessaria, quindi, un’azione evangelizzatrice che alimenti i comportamenti cristiani di maggiore autenticità personale e sociale, e a cui prendano parte tutti i membri delle comunità ecclesiali. In questa solenne cerimonia di canonizzazione del sacerdote Enrique de Ossó, bisogna sottolineare che la nuova evangelizzazione a cui siamo chiamati deve avere come obiettivo principale il rendere vivo tra i fedeli l’ideale della santità. Una santità che si manifesti nella testimonianza della propria fede, nella carità senza limiti, nell’amore vissuto e messo in pratica nelle attività di ogni giorno.

8. Per questo, con la forza dell’amore che irradia dai santi e la speranza cristiana che ci riempie di gioia, rivolgo il mio appello alla Chiesa in Spagna: rinnova in te la grazia del Battesimo, apriti di nuovo alla luce. È l’ora di Dio, non lasciarla passare. Non permettere che il sale diventi insipido poiché, quindi, come dice il Signore, “a null’altro serve che ad essere gettato via e calpestato dagli uomini” (Mt 5, 13). Sii anche oggi una Chiesa, che in virtù della testimonianza dei suoi santi, mostri a tutti la via della salvezza! Aprite le vostre vite alla luce di Gesù Cristo; cercatelo laddove egli è vivo: nella fede e nella vita della Chiesa, nel volto dei santi. Che, sul modello e sull’esempio di sant’Enrique de Ossó, siate il sale della terra e la luce del mondo, perché gli uomini “vedano le vostre opere buone e rendano gloria al Padre vostro che è nei cieli” (Mt 5, 16). Amen.  

Al termine della Celebrazione eucaristica il Santo Padre si rivolge ancora ai numerosi fedeli presenti nella “Plaza de Colón” con queste parole.

Madrileni e Spagnoli! Un grande ringraziamento, un grande ringraziamento a Dio per tutte le ricchezze della vostra storia umana e cristiana. Un ringraziamento speciale per questo Congresso eucaristico internazionale che si è svolto a Siviglia. Eucaristia ed evangelizzazione: un ringraziamento cinquecento anni dopo l’evangelizzazione dell’America, un ringraziamento a Dio, a Gesù Cristo, allo Spirito Santo per i vostri santi e beati, attraverso santa Teresa di Gesù, san Giovanni della Croce, fino ad oggi, a sant’Enrique de Ossó. Un ringraziamento per la vostra accoglienza cordiale nei confronti del Papa. Molte grazie, alla prossima volta, alla prossima volta sui cammini della nuova evangelizzazione. Nel nome del Padre, del Figlio e dello Spirito Santo. Amen.

BEATIFICAZIONE DEL SACERDOTE SPAGNOLO
ENRIQUE DE OSSÓ Y CERVELLÓ

OMELIA DI GIOVANNI PAOLO II

Domenica, 14 ottobre 1979

 

Venerabili Fratelli e amati figli e figlie.

1. Questa mattina la Chiesa intona un canto di giubilo e di lode al Signore. È il canto della Madre che celebra la bontà e la misericordia divina, mentre proclama Beato un figlio insigne, che si è distinto per le eminenti virtù cristiane: il sacerdote Enrique de Ossó y Cervelló, gloria dell’amata Spagna, terra di Santi.

Per assistere alla glorificazione del nuovo Beato si sono riuniti in questa Basilica di San Pietro numerosi suoi compatrioti. Siate tutti benvenuti, i vescovi, i sacerdoti, religiosi e fedeli spagnoli qui presenti, come anche voi che venite da tutti quei luoghi dove si è irradiato il bene seminato dal Beato Enrique de Ossó, e dove è sorto con forza il giusto riconoscimento e l’apprezzamento per la sua persona e la sua opera.

Ma soprattutto siate le benvenute voi, Religiose della Compagnia di Santa Teresa del Gesù, che siete giunte qui con le vostre attuali ed ex alunne, provenienti da diversi luoghi e Paesi d’Europa, Africa, America, per offrire un caloroso omaggio di devozione e rinnovata fedeltà al vostro Padre fondatore.

Permettetemi tuttavia di riservare una parola di saluto particolare ai rappresentanti della diocesi di Tortosa, e più concretamente a quelli del piccolo villaggio di Vinebre, culla di questa ammirevole figura di uomo e di sacerdote, che la Chiesa propone oggi alla nostra imitazione.

2. Sì, il Beato Enrique de Ossó ci offre una viva immagine del sacerdote fedele, perseverante, umile e coraggioso di fronte alle contrarietà, distaccato da ogni interesse, ricolmo di zelo apostolico per la gloria di Dio e la salvezza delle anime, attivo nell’apostolato e contemplativo nella sua straordinaria vita di preghiera.

E non era facile l’epoca in cui visse, in una Spagna divisa dalle guerre civili del XIX secolo e alterata da movimenti laicisti e anticlericali che volevano una trasformazione politica e sociale, dando persino origine a sanguinosi episodi rivoluzionari. Egli tuttavia seppe mantenersi fermo ed intrepido nella sua fede, nella quale trovò ispirazione e forza per proiettare la luce del suo sacerdozio sulla società del tempo. Con chiara coscienza di ciò che era la sua missione come uomo di Chiesa, che amava profondamente, senza mai cercare protagonismi umani in campi che erano estranei alla sua condizione, in una apertura a tutti senza distinzione, per migliorarli ed elevarli a Cristo. Riuscì nel suo proposito: “Sarò sempre di Gesù, suo ministro, suo apostolo, suo missionario di pace e di amore”.

I trenta scarsi anni della sua vita sacerdotale diedero luogo ad un continuo sviluppo di imprese apostoliche ben meditate e generosamente eseguite, con una impressionante fiducia di Dio.

La sua fu un’esistenza fatta preghiera continua, che nutriva la sua vita interiore e che formava parte di tutta la sua opera. Alla scuola della grande Santa di Avila comprende che la preghiera, questo “segno di amicizia” con Dio, è il mezzo necessario per conoscersi e vivere secondo verità, per crescere nella coscienza di essere figli di Dio, per crescere nell’amore. È inoltre un mezzo efficace per trasformare il mondo. Per questo sarà anche un apostolo ed un pedagogo della preghiera. A quante anime insegnò a pregare con la sua opera il “Quarto d’ora di preghiera”!

Questo fu il segreto della sua grande vita sacerdotale, ciò che gli diede allegria, equilibrio e forza; ciò che fece sì che lui, sacerdote, servitore e ministro di tutti, che soffriva con tutti, amava e rispettava tutti, si sentisse fortunato per essere ciò che era, cosciente di avere nelle sue mani dei doni ricevuti dal Signore per la redenzione del mondo, doni che, sebbene piccolo ed indegno, offriva dall’infinita superiorità del mistero di Cristo, e che colmavano la sua anima di una gioia ineffabile. Una testimonianza ed una lezione di vita ecclesiale con piena validità per il sacerdote di oggi, che solamente nel Vangelo, nell’esempio dei Santi e negli insegnamenti e nelle norme della Chiesa, e non in suggerimenti e teorie strane, può trovare l’orientamento sicuro per conservare la sua identità, per realizzarsi con pienezza.

Una volta ancora desidero esortare, in questa splendida occasione, i miei amati fratelli sacerdoti perché offrano a Cristo il dono totale della propria vita, vissuto gioiosamente nel celibato per il Regno dei Cieli e nel servizio generoso per i fratelli, soprattutto per i più poveri, attraverso una vita concentrata nel proprio mistero pastorale, cioè nella missione specifica della Chiesa, caratterizzata da questo stile evangelico che esposi nella mia Lettera del Giovedì Santo, e di cui parlai nuovamente nei miei graditissimi incontri con i presbiteri, durante il mio recente viaggio apostolico.

3. Se volessimo segnalare ora uno dei tratti più caratteristici della fisionomia apostolica del nuovo Beato, potremmo dire che fu uno dei più grandi catechisti del XIX secolo, cosa che lo rende assai attuale in questo momento in cui la Chiesa riflette – come ha fatto anche nell’ultima sessione del Sinodo dei Vescovi – sul dovere di catechizzare, che spetta a tutti i suoi figli.

Come catechista geniale, si distinse per i suoi scritti e per la sua opera pratica; attento a far conoscere, adeguatamente ed in sintonia con il Magistero della Chiesa, il contenuto della fede, ed aiutare a viverlo. I suoi metodi attivi gli permisero di anticipare conquiste pedagogiche posteriori. Ma soprattutto, l’obiettivo che si ripropose fu quello di insegnare e risvegliare l’amore per Dio, per Cristo, e per la Chiesa, che è il centro della missione del vero catechista.

In questa missione sono presenti tutti i campi: quello dell’infanzia, con i suoi indimenticabili catechisti a Tortosa (“per i fanciulli al cuore degli uomini”); quello del mondo giovanile, con le Associazioni dei giovani, che ebbero grande diffusione; quello della famiglia, con i suoi scritti di propaganda religiosa, in modo particolare la Rivista Teresiana; quello operaio, a cui cercò di fare conoscere la dottrina sociale della Chiesa; quello dell’istruzione e della cultura in cui, correggendo la mentalità dell’epoca, lottò per assicurare la presenza dell’ideale cattolico nella scuola, a tutti i livelli, incluso quello universitario. Si dedicò instancabilmente al ministero della parola parlata, attraverso la predicazione, e della parola scritta, attraverso la stampa come mezzo di apostolato.

4. Ma nel suo impegno catechizzatore, la sua opera prediletta, che consumò la maggior parte di energie, fu la fondazione della Compagnia di Santa Teresa del Gesù.

Per estendere la portata della sua azione nel tempo e nello spazio; per entrare nel cuore della famiglia; per servire la società in un’epoca in cui la cultura cominciava ad essere indispensabile, chiamò accanto a sé donne che potessero aiutarlo nella sua missione, e si donò all’impegno di prepararle con cura. Con costoro diede inizio al nuovo Istituto, si sarebbero distinte per questi caratteri: come figlie del nostro tempo, la stima dei valori della cultura; come consacrate a Dio, il loro dono totale al servizio della Chiesa; come stile proprio di spiritualità, l’assimilazione della dottrina e l’esempio di Santa Teresa del Gesù.

Potremmo dire che la Compagnia di Santa Teresa del Gesù fu, ed è ancora, come la grande catechesi organizzata dal Beato Ossó per giungere alla donna, e per suo mezzo infondere nuova vitalità nella società e nella Chiesa.

Figlie della Compagnia di Santa Teresa: lasciatemi dire che mi compiaccio nel vedere che vi mantenete fedeli al vostro carisma, in un rinnovamento richiesto dal momento attuale, alla luce degli orientamenti del Concilio Vaticano II e dell’Esortazione Apostolica Evangelica Testificatio del mio predecessore Paolo VI. D’accordo con il mandato del vostro Fondatore e lo spirito della grande Santa di Avila, siate generosi nella vostra donazione totale a Cristo, per poter dare grandi frutti nei Paesi di missione. Che tutta la vostra condotta rifletta la ricchezza di una vita interiore in cui la rinuncia è amore; il sacrificio, efficacia apostolica; la fedeltà, accettazione del mistero che vivete; l’obbedienza, elevazione soprannaturale; la verginità, donazione allegra agli altri per il Regno dei cieli. Siate davanti al mondo, anche con i segnali esterni, una testimonianza viva di grandi ideali realizzati, catechizzando, evangelizzando sempre con la parola e con l’azione apostolica; siate una prova di come, oggi come ieri, valga la pena di non tarpare le ali del proprio spirito per dare al mondo attuale – che tanto ne ha bisogno e lo cerca, a volte senza saperlo – la serenità della fede, la gioia nella speranza, la felicità nel vero amore. Vale la pena di vivere per questo; vivere così la propria vocazione di donna e di religiosa. Ad imitazione della Vergine Maria, alla quale il vostro Fondatore professò una così dolce devozione.

5. Per il cristiano di oggi, che vive in un ambiente di ricerca accelerata di un nuovo ideale di uomo, il Beato Enrique de Ossó, l’educatore cristiano, lascia un messaggio. Quest’uomo nuovo che cerca, non potrà essere autenticamente tale senza Cristo, il Redentore dell’uomo. Dovrà coltivarlo, educarlo, renderlo ogni volta più degno nei suoi polivalenti aspetti umani, ma occorre anche catechizzarlo, aprirlo ad orizzonti spirituali e religiosi, dove trovi la sua proiezione di eternità, come figlio di Dio e cittadino del suo mondo che supera il presente.

Che ampio campo si apre per l’impegno generoso a padri e madri di famiglia; ai responsabili e professori in collegi ed istituzioni per l’insegnamento, soprattutto della Chiesa – che dovrebbero continuare ad essere, con il dovuto rispetto per tutti, centro di educazione cristiana –, a molte delle vostre ex alunne dei collegi della Compagnia di Santa Teresa, che sono ancora accanto alle loro maestre di un tempo; a tante altre anime che, da posti di lavoro diversi, privati o pubblici, possono contribuire all’elevazione culturale e umana degli altri e alla loro formazione nella fede! Siate coscienti delle vostre responsabilità e possibilità di fare del bene.

6. Concludo queste riflessioni dedicando un cordiale saluto ai membri della Missione speciale inviata qui dal Governo spagnolo. Chiedo a Dio che la tradizione cattolica della Nazione spagnola, di cui tanto parlò e scrisse il nuovo Beato, serva da stimolo nella attuale fase della sua storia, e possa raggiungere mete superiori, guardando decisamente al futuro, ma senza dimenticare, più ancora cercando di conservare e ravvivare, l’essenza cristiana del passato, affinché il presente sia un’epoca di pace, di prosperità materiale e spirituale, di speranza in Cristo Salvatore.